En mi Moscú y otros poemas. Presentación de Rocío Bastidas

En mi Moscú y otros poemas. Presentación de Rocío Bastidas
La poesía de Marina Tsvetáyeva trae a nuestra traductora la nostalgia por su natal Moscú. En palabras de Katya, difícilmente se puede encontrar un triángulo ciudad – poeta – traductora como el que ella ha encontrado al internarse en la poesía de Tsvetáyeva.

En mi Moscú y otros poemas

Inicio esta presentación con un agradecimiento muy sentido a Ekaterina Ignatova, mi querida Katya, que me ha concedido el honor de participar en el lanzamiento de su libro “En mi Moscú y otros poemas”, en el que nos propone la traducción del idioma ruso al español de una estupenda selección de poemas escritos por Marina Tsvetáyeva. Este es el tercer libro de poesía rusa traducida al español que nos ofrece Katya; anteceden a este texto los poemas de Blok y los de Pasternak.

Puesto que Iván Carvajal nos ha hablado de la poeta Tsvetáyeva y que Katya, con seguridad, ampliará este tema, abordaré esta presentación desde el punto de vista de la traductora.

¿Por qué traducir la poesía de Marina Tsvetáyeva? Claramente por el valor poético de su obra que sitúa a Tsvetáyeva entre los grandes poetas rusos. Pero se suma un elemento adicional: la admiración que Ekaterina Vasilievna Lebedeva, abuela de nuestra traductora, profesara a la poesía de Marina Tsvetáyeva, ella se reconocía en sus versos y compartía con la poeta el orgullo y el amor por la ciudad de Moscú.

La influencia que Ekaterina Vasilievna Lebedeva ejerce en su nieta Ekaterina Ignatova se centra en la cultura y en el arte. Katya crece al cuidado de su abuela, aprende de ella a leer y a escribir y recibe de manos de su abuela su primer libro a la edad de cuatro años, recuerda ella que era un libro de Pushkin que, dice Katya, “obviamente, no lo entendí”. Katya crece en un ambiente intelectual rodeada de literatura y arte. La madre de Katya era una crítica teatral, exigente y temida en el mundo del teatro. Escribía las recensiones o críticas no solo de la obra en sí, sino del montaje y de todas las particularidades de las obras teatrales y las publicaba en la revista llamada “La vida teatral” o “La vida del teatro”. Katya, algunas veces, acompañaba a su madre al teatro. Han quedado grabados en el recuerdo de Katya los grandes y expresivos ojos azules de su madre, de un color azul intenso y de una belleza incomparable.

Cuando Katya tenía 7 años, se muda con su madre, su hermana y su abuela, a Siberia. Su madre y su padrastro habían sido invitados a dirigir obras de teatro en esa región. Katya reside en Siberia durante un año y medio y graba en su recuerdo el paisaje siberiano, región de una belleza sin par, con sus bosques vírgenes, la Siberia a la que, según Katya, se llegaba tras un viaje en tren de cuatro días con sus noches.

La relación entre la abuela Ekaterina Vasilievna Lebedeva y Katia era muy cercana. Cuenta Katya que la abuela la recogía todos los días al salir de la escuela. Katya recibía el desayuno escolar al que se añadía un caramelo pequeñito que se llamaba “llavecita de oro” que lo guardaba en su mano para su hermana pequeña, de apenas dos años. Este dulce, recuerda Katya, era para las niñas un tesoro en la época de escasez por la que atravesaba Rusia.

Ekaterina Vasilievna Lebedeva era una mujer de gran cultura que disfrutaba de la lírica de Tsvetáyeva, en particular, y de la literatura, en general. Ekaterina Ignatova compartió con su abuela no solamente el nombre, también heredó de ella la sensibilidad del espíritu para apreciar la literatura.

La poesía de Marina Tsvetáyeva trae a nuestra traductora la nostalgia por su natal Moscú. En palabras de Katya, difícilmente se puede encontrar un triángulo ciudad – poeta – traductora como el que ella ha encontrado al internarse en la poesía de Tsvetáyeva. Los poemas escritos en el idioma ruso pueblan la mente de Katya de imágenes añoradas. Es necesario interpretarlas en su otro idioma; el español. Así lo hace; sin embargo, asevera Ignatova, no habría osado lanzar dicha traducción si no hubiera tenido la ayuda lingüística hispana y el arte de la puntuación proporcionados por Mercedes Mafla. La sensibilidad poética y la compenetración de Mercedes con las circunstancias de la vida de la poeta y con sus poemas le permitieron encontrar el sentido en los versos de Tsvetáyeva, a través de la traducción de Ignatova, y juntas trabajar el ritmo de la poesía sin separarse del sentido, la intención, la emoción y el espíritu del poema. Las diferencias en la escritura de las dos lenguas fue un desafío, dice Ignatova, pues, muchas veces la escritura de Tsvetáyeva no permitía la traducción lineal al español.

Desde el punto de vista de Mercedes, la experiencia de ayudar a Katya en base a las traducciones completas de Tsvetáyeva, que Katya había elaborado por meses, fue muy estimulante pues le permitieron acercarse a poetas nuevos y grandes como Pasternak y Tsvetáyeva. En palabras de Mercedes, “tanto Pasternak como Tsvetáyeva me fueron revelados por el conocimiento y la pasión que inspiraban en Katya … valoro el privilegio de haber recibido clases magistrales de Katya, que muchas veces me trasladaron, en medio de frutas, cenas y postres al Moscú de la poeta y al suyo, al frío, a las campanas de la ciudad, a la nieve y al amor (gran tema de Tsvetáyeva), y además al misterio de una lengua tan lejana y extraordinaria como el ruso”.

El arte de la traducción poética emprendido desde el espíritu ruso de Ekaterina Ignatova ha dado como resultado el libro que nos convoca esta noche, cumpliéndose de esta manera la predicción de Marina Tsvetáyeva cuando escribió que «Lo más importante: es que, a pesar de todo, yo sé ¡cómo me van a querer (¡no se diga leer!) después de cien años!»

 

Rocío Bastidas

Quito, 11 de enero de 2018